Debido al avance de la tecnología se han podido crear objetos tridimensionales con los ordenadores, en vez de limitarse a la represantación bidimensional mediante planos. Gracias a esto, cuando se plantea un estudio o intervención en un lugar, es posible visualizar más fácilmente el espacio en el que se va a trabajar y ayuda a que todos lo entendamos de forma más clara. Estos motivos, entre otros, nos impulsaron a aprender las herramientas de representación 3D, aunque empezar directamente por aquí puede suponer un esfuerzo añadido, de manera que seguimos un camino ascendente en la representación del mundo: al principio utilizamos el sistema diédrico, de planos acotados y el dibujo en perspectiva (isométrica, caballera, militar y cónica), es decir, representamos los objetos tridimensionales sobre el papel. Cuando avanzamos lo suficiente en este frente, decidimos empezar a utilizar programas con los que crear modelos tridimensionales, para lo cual teníamos tres posibilidades dependiendo de lo que necesitásemos.
Decidimos empezar con Blender, un programa generalista de 3D, por lo que podíamos aprender las bases del modelado, esculpido o renderizado, por poner unos ejemplos. Con este programa podíamos crear masas con la forma y color que deseábamos, respetando los tamaños reales gracias a los planos que habíamos aprendido a realizar.